Este pequeño
texto nace de algunas personas que sentimos la necesidad de explorar y
denunciar los mecanismos de castración de la infancia que se realizan con
coartada educativa.
Aquí nos
centraremos en el TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) al
estar en auge el diagnóstico precoz de este “trastorno” fortalecido por el
art.14 de la flagrante LOMCE.
En Octubre hubo
unas jornadas sobre TDAH, en el paraninfo de la Magdalena, a las que nos acercamos para escuchar a un
“experto” en la materia. En las citadas jornadas se situaba el origen de este
trastorno en el dogma reduccionista de la biología. En un fallo de transmisores,
en la neurociencia. El mismo experto reconocía que se estaban haciendo diagnósticos
de niños con pruebas baremadas en unos 40 o 50 niños y traídas de otros países.
Al leer en el
sospechoso DSM V, la sintomatología del TDAH
vemos reflejados los comportamientos de niñ@s con los que tenemos contacto
directo. Es innegable la existencia de patrones de conducta similares, pues
reaccionan ante condicionantes parecidos.
¿Qué quieren decirnos est@s niñ@s?
Sí realizan
actividades sin un objetivo adulto, sí se dejan llevar por estímulos externos,
si no se atienen a convenciones sociales, sí observan su entorno, sí sueñan
despiertos, sí parece que están en las nubes. Expresan inquietudes, motivaciones,
miedos... Expresan malestar ante nuestros controles, ante nuestras exigencias.
Su expresión ante nuestras demandas y exámenes es constante. Queremos que se
adapten sin cesar, que sean mejores que
el resto y que no se quejen, pues de ello depende el bienestar adulto.
Es cómodo decir
que sus neurotransmisores no funcionan bien y culpabilizarles de su “fracaso”,
encaminándoles a una percepción negativa de sí mismos. Reconocer que el problema
de inadaptación de estos niños al contexto social que les rodea está en sus
cabezas, es poner un estigma en ellos y eludir responsabilidades colectivas. Dando
más valor a mutilar la personalidad que a la posibilidad de crear espacios
adaptados a sus deseos y aspiraciones.
Ahora l@s niñ@s
deberían estar de enhorabuena, desde la
consejería de educación, cultura y deporte se anuncia la creación de un
equipo específico de atención a las
alteraciones de emoción y conducta. Como el
CREE que se desplaza de centro en centro para apoyar niñ@s. Cualquiera
estaría encantada de perder clase con la visita de especialistas, pero ¿Cómo
afectan estas visitas o acontecimientos a l@s niñ@s que salen de clase, y al
grupo en general?
¿Qué estudios
demuestran que los niños y las niñas con tdah son personas con un “retroceso en
el periodo de maduración”? Ramón Borbolla, citado experto, habla sobre cómo afecta la falta de maduración
del funcionamiento cerebral ejecutivo, a nosotras nos gustaría hablar sobre
cómo afecta la falta de responsabilidad adulta en la crianza de l@s niñ@s,
sobre exámenes, sobre el currículum oculto, la “prohibición” del juego, sobre
el aislamiento,…
Decir que diagnosticar a un niño con TDAH es como diagnosticar una ceguera
(comentario extraído de la charla del “experto” en Santander), es como decir
que una rotura de pierna es similar a un brote psicótico o una crisis
depresiva. Borbolla comenzó desde el principio con una pretensión de basarse en
bases estrictamente científicas, sin embargo afirmaciones de tal calibre
demuestran que no es muy fiel a sus propios criterios, pues comparar asuntos
relacionados con la salud mental, asuntos de carácter psicológico y
psiquiátrico, con dolencias fisiológicas es del todo desacertado. Una ceguera
es diagnosticable por un médico en Francia, en Estados Unidos, aquí o donde se
quiera imaginar. La ceguera no es un asunto sobre el cual exista una brecha
entre profesionales de la salud, de la pedagogía, de la psiquiatría, y de otras
disciplinas. No existe un debate y una discusión, ni valoraciones tan distintas
en función del tiempo (décadas y distintas etiquetas en base a distintos
comportamientos), ni en función del espacio ( países con distintos criterios,
profesionales que denuncian su sobrediagnóstico, otros que cuestionan el
diagnóstico, otros que denuncian los pocos niños diagnosticados que
todavía hay, otros que denuncian la medicalización y los índices de brotes
psicóticos y de suicidios derivados de la misma…)
No existe una certeza sobre cuáles son las causas de los
comportamientos “anormales” de las niñas y los niños. Incluso la explicación de
quienes pretenden hacernos creer que se trata fundamentalmente de un motivo
genético y que los niños nacen con tdah no puede explicar a día de hoy cuáles
son los motivos reales.
Somos un entorno
nocivo que llega al límite de drogar a su prole para dominarla, dando crédito a
las investigaciones que las propias farmacéuticas financian y proclaman. Somos
adultos que buscan soluciones médicas a problemas sociales.
Hay quienes vemos
resistencias en movimiento y sueños necesarios. ¿No es más útil poner distancia
de aquello que te oprime y te genera malestar, no es inteligente que tu cuerpo
reaccione?
Los animales, cuando están enjaulados, tienden a desarrollar comportamientos que no serían naturales si estuvieran en su hábitat natural, pero que sí tienen sentido dadas sus condiciones de stress, exigencia y ausencia de espacio.
Esta última frase la dejamos para reflexionar. A su vez, lanzamos una pregunta: ¿No serán los comportamientos de los niños y las niñas que no paran quietas, algo que nos ayude a entender los ritmos y las formas de vida a los que estamos expuestos? ¿No será mejor tratar de entender y aprender de estos, más que querer taparlos para que no molesten?
Con todo el cariño a la gente que acompaña a los niños diagnosticados de tdah, y con toda la indiferencia hacia quienes se lucran y echan balones fuera.