domingo, 18 de enero de 2015

NECESIDADES ESPECÍFICAS: TDAH.


Este pequeño texto nace de algunas personas que sentimos la necesidad de explorar y denunciar los mecanismos de castración de la infancia que se realizan con coartada educativa.

Aquí nos centraremos en el TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) al estar en auge el diagnóstico precoz de este “trastorno” fortalecido por el art.14 de la flagrante LOMCE.

En Octubre hubo unas jornadas sobre TDAH, en el paraninfo de la Magdalena,  a las que nos acercamos para escuchar a un “experto” en la materia. En las citadas jornadas se situaba el origen de este trastorno en el dogma reduccionista de la biología. En un fallo de transmisores, en la neurociencia. El mismo experto reconocía que se estaban haciendo diagnósticos de niños con pruebas baremadas en unos 40 o 50 niños y traídas de otros países.

Al leer en el sospechoso DSM V, la sintomatología del TDAH vemos reflejados los comportamientos de niñ@s con los que tenemos contacto directo. Es innegable la existencia de patrones de conducta similares, pues reaccionan ante condicionantes parecidos.  ¿Qué quieren decirnos est@s niñ@s?

Sí realizan actividades sin un objetivo adulto, sí se dejan llevar por estímulos externos, si no se atienen a convenciones sociales, sí observan su entorno, sí sueñan despiertos, sí parece que están en las nubes. Expresan inquietudes, motivaciones, miedos... Expresan malestar ante nuestros controles, ante nuestras exigencias. Su expresión ante nuestras demandas y exámenes es constante. Queremos que se adapten sin cesar, que sean  mejores que el resto y que no se quejen, pues de ello depende el bienestar adulto.  

Es cómodo decir que sus neurotransmisores no funcionan bien y culpabilizarles de su “fracaso”, encaminándoles a una percepción negativa de sí mismos. Reconocer que el problema de inadaptación de estos niños al contexto social que les rodea está en sus cabezas, es poner un estigma en ellos y eludir responsabilidades colectivas. Dando más valor a mutilar la personalidad que a la posibilidad de crear espacios adaptados a sus deseos y aspiraciones.

Ahora l@s niñ@s deberían estar de enhorabuena,  desde la consejería de educación, cultura y deporte se anuncia la creación de un equipo  específico de atención a las alteraciones de emoción y conducta. Como el  CREE que se desplaza de centro en centro para apoyar niñ@s. Cualquiera estaría encantada de perder clase con la visita de especialistas, pero ¿Cómo afectan estas visitas o acontecimientos a l@s niñ@s que salen de clase, y al grupo en general?

¿Qué estudios demuestran que los niños y las niñas con tdah son personas con un “retroceso en el periodo de maduración”? Ramón Borbolla, citado experto,  habla sobre cómo afecta la falta de maduración del funcionamiento cerebral ejecutivo, a nosotras nos gustaría hablar sobre cómo afecta la falta de responsabilidad adulta en la crianza de l@s niñ@s, sobre exámenes, sobre el currículum oculto, la “prohibición” del juego, sobre el aislamiento,…

Decir que diagnosticar a un niño con TDAH es como diagnosticar una ceguera (comentario extraído de la charla del “experto” en Santander), es como decir que una rotura de pierna es similar a un brote psicótico o una crisis depresiva. Borbolla comenzó desde el principio con una pretensión de basarse en bases estrictamente científicas, sin embargo afirmaciones de tal calibre demuestran que no es muy fiel a sus propios criterios, pues comparar asuntos relacionados con la salud mental, asuntos de carácter psicológico y psiquiátrico, con dolencias fisiológicas es del todo desacertado. Una ceguera es diagnosticable por un médico en Francia, en Estados Unidos, aquí o donde se quiera imaginar. La ceguera no es un asunto sobre el cual exista una brecha entre profesionales de la salud, de la pedagogía, de la psiquiatría, y de otras disciplinas. No existe un debate y una discusión, ni valoraciones tan distintas en función del tiempo (décadas y distintas etiquetas en base a distintos comportamientos), ni en función del espacio ( países con distintos criterios, profesionales que denuncian su sobrediagnóstico, otros que cuestionan el diagnóstico, otros que  denuncian los pocos niños diagnosticados que todavía hay, otros que denuncian la medicalización y los índices de brotes psicóticos y de suicidios derivados de la misma…)

No existe una certeza sobre cuáles son las causas de los comportamientos “anormales” de las niñas y los niños. Incluso la explicación de quienes pretenden hacernos creer que se trata fundamentalmente de un motivo genético y que los niños nacen con tdah no puede explicar a día de hoy cuáles son los motivos reales.

Somos un entorno nocivo que llega al límite de drogar a su prole para dominarla, dando crédito a las investigaciones que las propias farmacéuticas financian y proclaman. Somos adultos que buscan soluciones médicas a problemas sociales.

Hay quienes vemos resistencias en movimiento y sueños necesarios. ¿No es más útil poner distancia de aquello que te oprime y te genera malestar, no es inteligente que tu cuerpo reaccione?

Los animales, cuando están enjaulados, tienden a desarrollar comportamientos que no serían naturales si estuvieran en su hábitat natural, pero que sí tienen sentido dadas sus condiciones de stress, exigencia y ausencia de espacio. 


Esta última frase la dejamos para reflexionar. A su vez, lanzamos una pregunta: ¿No serán los comportamientos de los niños y las niñas que no paran quietas, algo que nos ayude a entender los ritmos y las formas de vida a los que estamos expuestos? ¿No será mejor tratar de entender y aprender de estos, más que querer taparlos para que no molesten?



Con todo el cariño a la gente que acompaña a los niños diagnosticados de tdah, y con toda la indiferencia hacia quienes se lucran y echan balones fuera.









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